Usar y tirar, esa moda perniciosa

Se celebra la ´Semana contra el desperdicio´

Dos situaciones motivaron hace tiempo nuestra atención en el sentido económico de la vida. En un chiringuito montado por pescadores en una recóndita playa de Almería el dueño acotó nuestras peticiones. Vendían el género que habían pescado en las horas previas y nos lo preparaban allí mismo. Era un excursión fuera de rutas turísticas y ante el precioso escaparate que teníamos delante fuimos pidiendo entusiasmados al contemplar el fresco pescado que veíamos. Llegado el momento quien nos atendía dijo: “con esto basta, ya no pidan más que no lo van a poder comer”. Fue una sorpresa agradable y honesta para nosotros que el dueño del establecimiento evitase nuestro despilfarro. En un restaurante de Rota (en la turística provincia de Cádiz), población con abundante número de estadounidenses por la ubicación de la gran base naval conjunta hispanonorteamericana, los comensales se llevaban en pequeños recipientes la comida sobrante. Otra curiosa manera de evitar el desperdicio. Ocurrieron ambas historias hace tiempo. Hoy ya es bastante corriente algo similar. 

Y es que la “cultura” de “usar y tirar” o de un solo uso está empezando a tener dificultades. En principio porque la economía doméstica no está para despilfarros. También porque cada vez hay más “colas del hambre” en nuestros barrios. Y asimismo porque cada vez es mayor el hecho de llevarse en un “tuper” la comida que no has podido terminar en el restaurante. También en horas de cierre de  grandes supermercados se forman colas en las puertas traseras para aprovechar productos que irían destinados a la basura por cumplir fechas de “consumo preferente” o deterioro de presentación. Por eso, estos días se celebra la campaña “Semana contra el desperdicio”.

Una comida con productos en buen estado salvados de la basura por no presentar buen aspecto o por no ser vendidos debido a una sobreproducción no asumible por el establecimiento es lo que, según parece, se inventó una cocinera catalana, Ada Parellada, para sensibilizar a comensales contra el desperdicio de alimentos. La historia tiene ya unos años y ha sido bautizada como “gastrorecup”. Casi una veintena de restaurantes de Cataluña, en unas jornadas con apoyo de  la Generalitat, celebran estos días comidas completas aprovechando alimentos que iban a ser desechados en el circuito comercial pero que estaban en buen estado.

La oferta alimenticia recuerda otros derroteros para utilizar alimentos sanos a punto de cumplir con la fecha de su consumo preferente, que no caducado. Tenemos el ejemplo de los bancos de alimentos, que llevan décadas funcionando, y surten a muchas asociaciones y grupos de apoyo a colectivos con gran precariedad económica. Porque las “colas del hambre” crecen sin parar. Estos días se publican estudios de Eurostar en los que se constata la pobreza en muchos países y España ocupa puestos destacados en sus listas. Tener trabajo ya no significa llegar a fin de mes. El desempleo sigue siendo alarmante y los pasos para subir el salario mínimo son lentos.

A la iniciativa de la cocinera Parellada se van sumando restauradores y apoyos de distintos gremios de la alimentación. Teniendo en cuenta que las mal llamadas “fechas de caducidad”, que por influencia de las grandes corporaciones, se han cambiado por fechas “preferentes”, se observan cada día por más consumidores, muchos alimentos son retirados de los estantes comerciales antes de que completen su vida en buen estado. Por esa razón las jornadas contra los desperdicios son importantes. “Disfrútala”, señala la campaña de aprovechamiento de productos en vigente buen estado sanitario. AECOC, la asociación de fabricantes y distribuidores, respalda y patrocina esta semana de aprovechamiento. Los bancos de alimentos también. Quizá así se vaya desterrando la cultura de usar y tirar y del despilfarro. Cada español tira a la basura 28 kilos de comida al año. En 2021 fueron desechadas 1,2 millones de toneladas de alimentos, según datos del Ministerio de Agricultura, que intenta una ley contra los desperdicios de supermercados y hostelería. Una norma de necesario aprovechamiento.

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